Pérdida de los Santos Lugares y explendor económico

En 1248, Luis IX de Francia (después conocido como San Luis) convoca y dirige la 7ª Cruzada, pero no a Tierra Santa, sino a Egipto. El error táctico del Rey y las pestes que sufrieron los ejércitos cruzados, les llevaron a la derrota de Mansura y al desastre posterior en el que el propio Luis cayó prisionero. Y fueron los templarios, tenidos en alta estima por sus enemigos, los que negociaron la Paz y los que prestarían a Luis la fabulosa suma que componía el rescate que debía pagar por su persona.
En 1291 cae San Juan de Acre, con los útimos templarios luchando junto a su Maestre, lo que constituyó el fin de la presencia cruzada en Tierra Santa, pero no el fin de la Orden, que mudó su Cuartel general a Chipre tras comprar la Isla.


Desde Chipre sería desde donde los templarios intentarían reconquistar cabezas de puente para su nueva penetración en Oriente Medio, siendo la única de las tres grandes ordenes de caballería que lo hizo, pues tanto el Hospital como los Caballeros Teutónicos dirigieron sus intereses y sus esfuerzos en otros sentidos.
Este esfuerzo se revelaría a la postre inútil, no tanto por la falta de medios o de voluntad, como por el hecho de que la mentalidad había cambiado y a ningún Poder de Europa le interesaba ya la conquista de los Santos Lugares, con lo que los templarios se hallaron solos. De hecho, Jacques de Molay parece ser que se encontraba en Francia cuando lo capturaron con la intención de convencer al rey francés de emprender una nueva Cruzada.
Mientras, los templarios se convirtieron en los banqueros de Europa. Dicho poder económico estaba dirigido a dotar de fondos a la lucha en Oriente, y se articulaba en torno a dos instituciones caracterísiticas: la Encomienda y la Banca.
La encomienda es un bien inmueble, territorial, localizado en determinado lugar, que se formaba gracias a donaciones y compras posteriores y a cuya cabeza se encontraba un Preceptor. Así, a partir de un molino (por ejemplo) los templarios compraban un bosque aledaño, luego unas tierras de labor, después adquirían los derechos sobre un pueblo, etc. etc. y con todo ello formaban una encomienda, a manera de un feudo clásico. También podían formarse encomiendas reuniendo bajo un único preceptor varias donaciones más o menos dispersas. Tenemos noticia de encomiendas rurales (Mason Dieu, en Inglaterra, por ejemplo) y urbanas (el "Vieux Temple", recinto amurallado en plena capital francesa).
En cuanto a la Banca, hay que decir aquí que los Templarios fueron los fundadores de la Banca moderna. Gracias a la confianza que inspiraban, muchas personas e instituciones les confiaban su dinero, desde los comerciantes hasta los propios reyes (de hecho, el Tesorero del Temple lo era también de Francia...). Debido a que tenían una extensa red de establecimientos, pudieron poner en marcha la primera letra de cambio, dando así a los viajeros la oportunidad de no viajar con efectivo en unos momentos en que los caminos de Europa y del Oriente Próximo eran de todo, menos seguros. Este sistema bancario, y sus abundantes riquezas convirtieron a la orden en un gran prestamista, que aportaba los fondos incluso cuando los diversos reyes europeos necesitaban dinero: hay registrados préstamos a reyes de Francia y de Inglaterra, entre otros. Los templarios llegarían a ser una de las instituciones más ricas de su época, contando con vastas tierras y señoríos, numerosas ventajas comerciales, grandes tesoros, flotas comerciales que partían desde Marsella...
Sin embargo, sus operaciones económicas siempre tuvieron como meta el dotar a la Orden de los fondos suficientes como para mantener en Tierra Santa un ejército en pie de guerra constante. Y por ello el lema de la Orden: "Non nobis, Domine, Non Nobis, Sed Nomine Tuo Da Gloriam" (No para nosotros, Señor, no para nosotros sino en Tu Nombre dános Gloria).

No hay comentarios: