Los Inicios de la Orden del Temple

Los inicios de la Orden del Temple son inciertos y no nos ha llegado la suficiente documentación para determinar con exactitud cuándo se funda la Orden, cómo y quiénes son todos sus fundadores. 
Se desconoce la identidad de todos los caballeros que iniciaron la Orden de los Templarios, aunque entre sus fundadores se menciona a Hugo de Paganis (figura asociada por la historiografía oficial a un noble de la Casa de los condes de Champaña, llamado Hugo de Payns), así como el flamenco Godefridus de Sancto Audemaro (conocido por Godofredo de San Omer, de la familia de los Castellans de San Omer en Flandes), Godofredo Bisol, Payen de Montdidier, Rossal y Archibaldo de Saint-Amand. Una carta del rey Balduino nos permite conocer a otros dos caballeros cuyos nombres son André y Gondemaro.
Hacia 1118 se reunieron en Jerusalén para consagrarse al servicio de Dios, a modo de canónigos regulares, siguiendo la regla de San Agustín y haciendo ante el patriarca Gormondo los tres votos ordinarios de obediencia, pobreza y castidad, más un cuarto voto de defender y preservar los Santos Lugares, así como proteger a los peregrinos. El rey Balduino II les cedió el ala de su palacio situado en la antigua mezquita de Al-Aqsa, en el Monte del Templo, de ahí su nombre posterior, templarios.
Mucho se ha especulado sobre las actividades que habrían desarrollado los primeros templarios desde 1118 a 1127. Lo cierto es que durante esos nueve años los freires templarios conservaron el hábito secular, pero poco más se sabe de lo que hicieron en las ruinas del Templo de Salomón y de sus actividades de protección a los peregrinos en Tierra Santa.
Cuando finalmente los caballeros pidieron la regla, el patriarca Esteban de la Fierte rogó al papa Honorio II que se la concediese. Éste encargó el importante asunto a Bernardo, abad de Claraval, sobrino del templario fundador, André de Montbard.
Fue Godofredo de San Omer quien junto a otros caballeros templarios acompañó en 1128 a Hugo de Paganis, elegido primer Maestre de la comunidad naciente, y al patriarca de Jerusalén al concilio de Troyes, donde la Orden del Temple recibiría La Regla.
Desde ese momento comenzaron a recibirse incontables donaciones y peticiones de ingreso de nuevos hermanos en la Orden. Ello llevaría a que, en pocos años, aquellos pobres Soldados de Cristo, que iniciaron su singladura residiendo en las ruinas del Templo de Salomón, fuesen convirtiéndose paulatinamente en la orden militar más poderosa, rica e influyente del Medievo

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